Los hongos comestibles se han consumido durante miles de años tanto para fines gastronómicos como medicinales. En la cocina, añaden un gusto particular a los platos y se puede utilizar como un sustituto de la carne.
Las setas son la parte visible de los hongos, de tamaños, formas y colores muy diversos, un hecho que puede dificultar la identificación de cada especie. Distinguir de forma errónea puede ser muy peligroso y, aunque las setas venenosas son menos, más bien pocas, es muy importante asegurarse de que se consume una comestible.
En caso de intoxicación involuntaria, es imprescindible acudir a un hospital en cuanto se desarrollan los primeros síntomas y, si es posible, con un ejemplar de la seta que se ha ingerido.
Sólo deben recolectarse y comer los hongos que se conozcan e identifiquen sin ninguna duda. La premisa básica para evitar cualquier intoxicación es, por tanto, degustar solo las setas que se distinguen con absoluta certeza.
¿Cuáles son los hongos comestibles?
Los tipos más conocidos incluyen el champiñón, el shiitake, el portobello, el chanterelle, entre otros. Los champiñones se pueden comer crudos o cocidos, aunque su sabor se intensifica al cocinarlos. A menudo se utilizan como un sustituto de la carne, ya que dan una textura carnosa y un sabor particular a la comida.
Se pueden comprar frescos, secos o enlatados - en el caso de estos últimos siempre adquirir las latas sin abolladuras -. Algunos tipos también se utilizan como suplementos dietéticos para mejorar la salud. Las cantidades de los nutrientes dependen del tipo de hongo, pero generalmente son ricos en potasio, vitaminas B y selenio. Pero todos los hongos comestibles son bajos en grasa.
Además, los hongos contienen antioxidantes, fenoles y polisacáridos. El contenido de estos compuestos puede variar dependiendo de muchos factores, tales como: el método de cultivo, las condiciones de almacenamiento, el procesamiento y la cocción.